NoticiasEl Mundo Donde Quiero Vivir

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En este escrito argumento que “el pensarse o sentirse superior o inferior” es influenciado por como entendemos – como un fenómeno de lo humano – el lenguaje. Comienzo con proponer que ambos fenómenos, el sentirse superior tanto como el sentirse inferior, están correlacionados  negativamente con nuestro autoestima o auto respeto. Y en seguida propongo que son, coherente con lo anterior, más que polos contrarios, dos caras de la misma moneda.

En el caso del sentirse inferior, es quizás más fácil de ver una conexión: por ejemplo cuando nos sentimos o pensamos inferior, lo más probable es que estimamos a otro mejor y no logramos respetar nuestras cualidades, actividades o como somos, dado de que enfocamos en lo que somos “peores” que otro.  Sin embargo, también cuando nos sentimos superior tenemos problemas  de  auto respeto y autoestima.

A lo mejor podemos ver que en el sentirnos superior tomamos cargos y responsabilidades que no son nuestros, tendemos a aconsejar a otros sin ser ellos, como si nuestras soluciones fueran LAS soluciones. Y les pregunto; independiente de que en esta actitud no respetamos a los demás: ¿no será una falta de auto respeto sobrecargarnos con responsabilidades que no nos pertenecen, creyéndonos “super”-women o “super”-man? Siendo un “kraak”man les puedo asegurar que, aparte de un camino seguro hacia la soledad, descubrí una severa falta de respeto conmigo creyéndome mejor que otros.

También, cuando nos creemos superiores, estaremos más fácilmente ciegos a lo que podemos aprender de otras personas o de las situaciones en sí;  ya sabemos y podemos mejor que otros. Y es ahí, justo cuando el mundo o las otras personas no resultan ser como pensamos o juzgamos que debieran ser, y que nos encontramos con obstáculos en nuestro camino, que empezamos a dudar de nosotros mismos, de nuestras capacidades o de los que nos están cerca. Y aunque podemos seguir echar la culpa al empedrado durante un largo periodo de tiempo, en algún momento tendremos que reconocer que, si es que nos encontramos cada vez con la misma piedra, algo tendrá que ver con nosotros también. En el mismo instante que nos damos cuenta que somos nosotros que vemos, o a quienes pasa, «la misma piedra» una y otra vez, corramos el peligro caer en el sentirnos inferior, insuficiente, bajando el auto respeto y el autoestima.

Así que he visto, al menos en mi misma pero también en los participantes de nuestros programas, que oscilamos entre el sentimiento de superioridad a un lado y de inferioridad al otro lado, algunas veces incluso los dos sentimientos al mismo tiempo! O sea, no es que siempre nos sentimos superior o justamente al otro lado: inferior. A pesar de que quizás hay preferencias dependiendo de la persona (unos se sienten más al lado de la superioridad, mientras que otros van más al lado de la inferioridad); el sentirse inferior o superior son dos caras de la misma moneda. Mientras me siento superior me puedo sentir al mismo tiempo inferior y vice versa o, en el caso de que no es al mismo tiempo; oscilo entre los dos.

Y entonces: ¿Cómo se llama esa moneda de la cual inferioridad y superioridad son las dos caras?

En las conversaciones con mi socia  y en un TED magistral  de Caroline McHugh apareció su nombre: “Comparación”.  Para poder sentirme superior o inferior necesito compararme con un otro o, si no es con una persona, al menos con un imagen de “la persona o la acción perfecta”. Y en esta comparación aparece lo inferior o lo superior. No hay otra manera en que puede aparecer.

Ahora, ¿Cómo aparece esta comparación? 

Cuando leyeron la primera parte de este correo les pasó quizás lo mismo que a mi escribiéndola. Y eso es que, dentro de mi gritaba la pregunta ¿Qué? ¿Inferior o superior a –o en – qué ? Parece irrelevante la pregunta pero no lo es, aún cuando la respuesta puede ser disímil en diferentes  momentos, distinta para todos e incluso sin ningún significado en sí. Porque mientras que trato de responder la pregunta «superior o inferior a qué”, estoy necesariamente buscando una clasificación y con eso aparece a la vez la posibilidad de comparar, aunque fuera solamente comparar entre si o no pertenezco a esta clasificación.  Por ende, en esta pregunta está a mi juicio una clave de lo humano y una respuesta de cómo entramos en la trampa del comparar:

El lenguaje. O más bien, como entendemos el lenguaje y qué es lo que consideramos hacer en el lenguaje.

Considero que en nuestra concepción tradicional del lenguaje es muy difícil dejar de clasificar o comparar. Dentro del concepto tradicional del lenguaje, el lenguaje es “algo en si», sea ese “ algo» entendido como una descripción de la realidad o, en el caso de la ontología del lenguaje –con un entendimiento del lenguaje un poquito más moderno– como una “acción”.

Mientras que consideramos y describimos el lenguaje como algo independiente del observador, es difícil dejar de comparar. En la ontología del lenguaje, un instrumento de observación de lo humano muy práctico a mi juicio, hablamos de juicios: estos actos en el hablar que dicen más de nosotros que de lo que juzgamos, estos que no son verdad ni falso, que si podemos o no fundamentar y los que, como las declaraciones que son, “generan mundo”.

Cada vez que emitimos un juicio, estamos etiquetando y estamos comparándonos con algo. Incluso cuando, como nos incentiva Caroline McHugh en su Ted, queremos ser la mejor versión de nosotros mismos, estamos comparándonos; en este caso comparamos lo que estamos siendo y haciendo con la mejor versión de nosotros, lo que quisiéramos hacer o ser  (whatever that may be), o en otras palabras comparamos pasado y presente con futuro.

Es nuestra concepción o entendimiento de lo que es “el lenguaje” lo que nos permite e incluso incentiva clasificar y comparar constantemente.

Es ahí donde doy tanto valor a Humberto Maturana y como considera o define lenguaje: “la coordinación de la coordinación de la coordinación de haceres, sentires y emociones” o conversación: “lenguaje y emociones entrelazadas”.  Como le entiendo, no hay lenguaje sin humano, no hay humano fuera del lenguaje, lenguaje no describe ni tampoco hacemos en el lenguaje. Y aunque Rafael Echeverría argumenta en su libro que lenguaje = generativo = acción, en el momento que describe actos en el lenguaje sale de esta premisa como si hubiera un “en si” y pone “el lenguaje” como “algo” o peor, como una herramienta.

Entonces, cuando tomo lo que entiendo de Humberto Maturana, que lo humano esta inherentemente relacionado con el lenguaje, tanto a nivel individual como colectivo, que no hay mundo independiente del observador, que cada uno y una, de forma individual y colectivo a la vez, surge con el mundo que genera: Desde ese entendimiento la comparación hace menos sentido y no hay necesidad de inferioridad o superioridad; pero sí existe la posibilidad de  observar, ver – amar – lo que surge en el respeto por si mismo, por el otro y lo otro como legítimo otro. Existe además la posibilidad de que aquello que surge, haciéndome en mi observar consciente de las consecuencias de mi hacer y observar; se transforma, tanto yo como mi mundo.

Y es en este mundo donde quiero vivir.

 

 

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